Hay días o semanas así. En que uno está triste, o irritable, o enojado todo el tiempo sin saber por qué. Y la calle parece más que nunca llena de gandallas y sinvergüenzas, de holgazanes, criminales y patanes. Y tu colonia y tu ciudad se muestran inmundas y pestilentes. Y te horroriza la basura lanzada impunemente en las calles, los árboles podados sin misericordia, los claxonazos sin fin, la indolencia de los microbuseros y los cochistas, los vendedores ambulantes y el chiquero en que se convierten las calles todos los días. Y odias esta ciudad y este país y el mundo entero. Y nada te reconforta, y te vuelves irascible y la pagan quienes te tienen cerca, porque siempre estás de malas, siempre estás corrigiendo, regañando, reprendiendo. Y no sabes qué cambió. Por qué ahora ya no disfrutas nada. El mundo siempre ha sido una mierda pero te las habías arreglado para ser medianamente feliz, y ahora pasa una mosca y dices puta madre. Y ves que el dinero no te alcanza y vives amargado, y tienes salud pero no te importa, y tienes amigos y gente que te ama pero no te acercas. No pides ayuda, porque no sabes de alguien que pueda ayudarte, porque no tienes la menor idea de qué necesitas.
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