Vivían también en la calle Eduardo Méndez. Iendo hacia cuatro caminos, del mismo lado que doña Jovita, pero más hacia adelante. No recuerdo a su esposo; no recuerdo si vivía aún o si no vivía con ellos; tampoco recuerdo a qué se dedicaba. Sólo que eran muy pobres y vivían en un terreno donde había varias casas de madera o de lámina de cartón. Particularmente recuerdo que leían la revista Alarma!, esa que se especializaba en nota roja, con imágenes brutales, y que yo jamás había visto tan cerca como aquella vez. Rubén, su hijo, fue mi mejor amigo de la infancia.Era el menor de los hombres, y sólo mayor que Socorrito, la menor. Estaban también Feyo, Pablo, y Pina, que eran mayores que él, y creo que un par de hermanos más que ya no recuerdo. Ninguno tenía zapatos para ir a la escuela; pasaban por mí para ir a la Primaria Josefa Domínguez Viadana, a donde iban todos. En primer año estuve en el mismo salón que Rubén; teníamos a la maestra Elodia, que nos sentaba en filas de aplicados y burros. Yo estaba en la de aplicados, en los primeros pupitres; Rubén en la de los burros, y recordaba cómo lo castigaba y lo hacía llorar. Yo en ese entonces suponía que era normal, porque Rubén seguramente era flojo, o no quería estudiar, y nosotros los aplicados éramos niños buenos, trabajadores. Recuerdo a pocos compañeros de esa época; un tal Márquez, muy delgadito y de piel blanca, otro que se llamaba Gelasio, y con quien siempre peleábamos todos, jugando a que él era malo y nosotros buenos. La maestra Elodia tenía a su nieta - Lupita, que pensábamos era la más bonita. También recuerdo aun Norberto, que corría muy rápido, y que supe que murió ahogado. Lloré mucho cuando me enteré de esa tragedia, aunque para entonces creo que ya no vivíamos en Papantla. Recuerdo también que jugábamos beisbol en la escuela, que tenía patios muy amplios y mangos enormes. Hacíamos dos equipos, y pasábamos los recreos con nuestros partidos de béisbol. Había un arroyo con agua limpia, donde había crustáceos que llamábamos "burritas", y que sé que se comían, y que nosotros atrapábamos y soltábamos. Por alguna razón recuerdo una historia de algo que había pasado cerca de la escuela: una mujer había abortado, o había matado a su hijo recién nacido muy cerca de ahí; aventurarnos en los terrenos baldíos de atrás de la escuela era aventurarse a encontrar partes del bebé o su ropa, y era terrorífico..
Pina nos llevaba un par de años y estaba en un grado mayor que yo. Feyo dos grados más, y era de la edad de Mónica. También tenía un amigo llamado Silvestre, al que le decían "chivete". El tío de Rubén era mecánico automotriz y tenía su taller en lo que entonces era parte de la carretera a Poza Rica, cerca de La Hazaña, esa tienda que era un punto de referencia en la zona, al igual que el pozo de la pagüita, la colonia doctores, el crucero de cuatro caminos, o la entrada a Coplamar.
Recuerdo que Rubén alguna vez se cortó el pie con un vidrio; no tenían zapatos y caminaban descalzos por las calles sin empedrar de la colonia. Quizás era un par de kilómetros desde la casa a la Escuela.
Hace algunos años supe que Rubén era alcohólico, que era carpintero y que continuamente se encontraba a mi tía Marisa, o a Toño, y que se acordaba siempre de mí, y mandaba saludarme. Yo me lo encontré un par de veces caminando rumbo al centro de Papantla. Creo que lo saludé sin mucha efusividad, aunque amable. Después me arrepentí de no saludarlo con mayor afecto. Fue mi mejor amigo de la infancia, y nada debía importarme si era alcohólico o no; si trabajaba de carpintero o fuera lo que fuera. Pero mi falta de empatía siempre ha provocado que sea un patán involuntario...
Ya lo volveré a ver, y lo abrazaré con gusto, y quizás, si puedo, le invitaré una cerveza, y platicaremos. O volveré a ser un patán que juzga a sus amigos..
sábado, 27 de octubre de 2018
viernes, 26 de octubre de 2018
Amada Amante
Las canciones de Roberto Carlos son tristísimas. No sé por qué exactamente. Quizás me recuerdan una etapa de mi infancia que asocio con tristeza. Vivíamos en Papantla y tengo recuerdos vagos de la casa de Eduardo Méndez; un comedorcito redondo y cortinas grises y rojas de un diseño que no sé describir pero que asocio con la moda de los 70´s. Lázara era una de mis nanas, creo que después de que llegara una tal Micaela, que ya no recuerdo, pero que mi papá cuenta siempre que me daba de comer sólo frijoles y que por eso me gustan tanto. O también una María Pérez que ya no recuerdo, pero que tenía dos hijas: Casiana y ¿Juana?, de quienes mi mamá cuenta varias anécdotas que recuerdan su poco español ("quininiques" le decían a los calcetines las hijas, y María Pérez las corregía que debía decirse "calcitubos, calcitubos"). Lázara creo que tenía una hija que se llamó Amada y que murió muy joven, o niña aún. Dominga era otra de mis nanas, más joven, y de ella sí tenemos algunas fotos. Me cuentan que yo de niño (cinco, seis años tal vez) le sobaba las piernas mientras ella planchaba. Se casó muy joven. Tuvo una niña a la que mi mamá creo que ayudó a ponerle nombre: Berenice, creo. Después llegó María Tiburcio, y en ese entonces había también una Eva, la que le preguntaba a mi papá: "Don César, va a querer enchiladas con queso o sin queso, porque no hay queso". Algunas de las nanas ya llegaron en la época en que íbamos a la iglesia Bautista, por lo que terminaron iendo también con nosotros. Yo jugaba en el pasillo exterior que está casi un piso por debajo del nivel de la calle, como eran muchas de las casas de la calle.
No sé por qué todo eso lo recuerdo ahora con tristeza...
De Lázara ya no sabemos mucho; su marido era zapatero, trabajaba cerca de Cuatro Caminos, era alcohólico y le pegaba, y murió de cirrosis. Parece que mi mamá la vió hace algunos años. Ella era de un pueblo de Tihuatlán llamado Zacate Colorado, donde fuimos alguna vez a bañarnos en el río Cazones, y cuentan que alguien estuvo a punto de ahogarse. Por alguna razón la recuerdo con un diente de plata, con media sonrisa, y blanca de piel.
Dominga murió apenas hace un año o menos. Tenía una cantina en Papantla, cerca de donde vive mi Tía Rosita, y se dedicaba a mesera de cantinas desde hacía mucho. Mi mamá la veía a veces y me contaba que siempre preguntaba por mí. A mí me apenaba verla.
De María Pérez no supimos mucho; doña Micaela era mamá de alguna otra persona que ahora no recuerdo; a Eva ya nunca la volvimos a ver. Y sé que mis papás tenían otra muchacha que les ayudaba, a quien mató su novio, creo que mientras trabajaba para nosotros. No tengo muchos detalles. Y cada que oigo a Roberto Carlos cantar "el gato que está triste y azul, nunca se olvida que fuiste mía" se me hace la canción más triste del mundo. Amada amante por alguna razón me recuerda a Amada, la hija de Lázara que murió, aunque ya no pueda recordarla con claridad. Sentado a la vera del camino me trae de recuerdo a Topo Gigio cantando, tristísimo, esa canción. La Montaña me recuerda una película mexicana de un niño que al final de una peregrinación se acerca a una montaña para buscar a Dios, y morir en el intento. Todo es triste. "Yo te propongo..." dice Roberto Carlos... Y yo sigo muy triste.
Tristeza Absoluta
Hay días o semanas así. En que uno está triste, o irritable, o enojado todo el tiempo sin saber por qué. Y la calle parece más que nunca llena de gandallas y sinvergüenzas, de holgazanes, criminales y patanes. Y tu colonia y tu ciudad se muestran inmundas y pestilentes. Y te horroriza la basura lanzada impunemente en las calles, los árboles podados sin misericordia, los claxonazos sin fin, la indolencia de los microbuseros y los cochistas, los vendedores ambulantes y el chiquero en que se convierten las calles todos los días. Y odias esta ciudad y este país y el mundo entero. Y nada te reconforta, y te vuelves irascible y la pagan quienes te tienen cerca, porque siempre estás de malas, siempre estás corrigiendo, regañando, reprendiendo. Y no sabes qué cambió. Por qué ahora ya no disfrutas nada. El mundo siempre ha sido una mierda pero te las habías arreglado para ser medianamente feliz, y ahora pasa una mosca y dices puta madre. Y ves que el dinero no te alcanza y vives amargado, y tienes salud pero no te importa, y tienes amigos y gente que te ama pero no te acercas. No pides ayuda, porque no sabes de alguien que pueda ayudarte, porque no tienes la menor idea de qué necesitas.
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