¡Toño! ¡Toño! Gritaba Loreto, el loro amarillo de mi abuela.
Recuerdo a mi abuelo preparando las monedas en rollitos de papel; imagino ahora que para llevar toda esa morralla como pago de su petróleo.
Alain y yo nos encargábamos de recolectar el periódico viejo y llevarlo al Mercado a venderlo por kilo. Se juntaba mucho porque mi abuelo invariablemente compraba el Universal o el Excélsior, que pesan como un cuarto de kilo por día.
A mi abuela le gustaba leer esa sección de Alfredo Lamont donde da respuesta a cualquier tipo de pregunta.
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